Abrazarme a tu abrazo

Es esta luz de media tarde el motivo de mi yo apesadumbrado, esa línea de luz sobre la pared blanca del salón, mezclada con el silencio del casi final de día, la que hace nacer a un hombre meditabundo; arrepentimientos y remordimientos a cuestas. Soy yo el que todavía te sueña. Basta una foto tuya a la que creo no haber puesto atención para que me hagas una visita —o yo la propicie— a la vida del otro lado de la vigilia. No obstante, cuando no te sueño, te escribo, ingenuo al pensar que con palabras obtengo la materia de la que están hechos los sueños. No funciona así, yo no creo poder gobernar lo que pasa durante la noche, tú me sorprendes y yo me invento el resto.

Te he escrito muy temprano, cinco de la mañana, molesto por haber despertado de pronto, cuando de ti me sentía más cerca. Me desperté más tarde, con la idea de darle una vuelta de tuerca a lo soñado, de dejarme llevar por alguna ola de nuestro mar de recuerdos. No lo conseguí, otros sueños vinieron, todos representaban lo absurdo y no lo que yo hubiera querido. Prueba fehaciente de que yo no soy quién para decirme qué debo o no soñar.

Ya era tarde, no me di cuenta de que el día se estaba escurriendo a través de las ventanas, el cielo de mediodía. Después del desayuno, te escribí en mi cuaderno, el eterno retorno a ti, desde el presente hacia el pasado, desde muy lejos hasta muy cerca. Releí, por vez primera, la última carta que me vino de tu mano, guardada en el cuaderno que me regalaste, y me di cuenta de que nunca te había respondido, que no había hecho eco con tus palabras que, en tiempo presente, conservaban la fuerza de la pasión con nos unía. Esta es mi respuesta. Espero que no te moleste que transcriba tu carta.

29 diciembre 2015

01 marzo 2021

Ri:

D:

«Un mundo nace cuando dos se besan»

Le tomé la frase a Octavio Paz para, de una forma poética, casi insuficiente, describir cómo mi mundo se estaba poblando de mundos ignotos, de compleja felicidad y de un querer que se me escaba de los labios.

Siempre he tenido muy presente esta frase que un día salió de tus labios.

Yo te tengo —todos los tiempos conjugados— aquí para cuando la desolación me aqueja. Si hablamos de querer, poco he cambiado, nada se ha borrado de mi memoria poética donde te guardo como esperanza, como fuerza, como mi eterno retorno. No dejo de hacer esbozos, pintar el cuadro de los dos porque temo que se borre, temo que una bruma insensata nos remplace del paisaje. ¿Te ha venido al recuerdo esa frase?

A veces puedo definirme con tanta claridad que no tengo alguna dificultad de demostrarlo; yo estaba atento a tu incesante búsqueda, tu belleza resultante en ese tímido y franco desconocimiento. Otras veces no sé ni quien; para mí quedaba muy clara tu imagen, tu identidad a pesar de las máscaras de todos los días. Pero no siempre fuiste evidente, yo creía ver algo en ti pero dudaba, hasta que pude acercarme a tu conciencia, develar algunos de tus secretos, sentir cómo tu cuerpo decía lo que tus palabras no podían expresar. Sin embargo solo existen dos momentos en los que mi mente vaga ante la incertidumbre de palabras; uno es cuando la presencia es vana, sin capturar mi atención, es más que suficiente para saber que no me inspira y no produce nada más. Siempre celebré tu facilidad para evadirte del mundo que no te interesaba, reinventarlo y, cuando la noche y el clamor callado de la vida te daban tregua, te entregabas al devaneo de las ensoñaciones, repasabas el día y borrabas lo que no había valido la pena, reescribías tu propia historia, hacías retoques aquí y allá en las imágenes de tu memoria. (Debes saber que esto está basado en mis recuerdos poco actualizados, que puede ser que todo sea distinto ahora para tu mente inquieta y creativa. Perdona mis posibles imprecisiones). Pero el otro, es totalmente diferente, dejándome en un estado de plenitud hermosa; Me encanta tu prosa. no lo puedo comparar con algo a su semejanza, a menos que me haga sentir tanto como la danza; Y en esto mi memoria no se confunde. He estado al tanto, por ti o por lo que lo virtual me muestra, que la danza es una constante irremplazable en tu vida, que es ella la pregunta y la respuesta, la única forma en que el cuerpo puede decir lo que el alma siente —nuestra primera larga charla por escrito giró alrededor de este tema. Recuerdo un suspiro, tus ansias por dar nombre a lo que sentías, y mi también deseo de describir lo que la danza, al verla, me provocaba— Eres arte, lo repito hasta lo enigmático, el ritmo de tu cuerpo también te guía cuando escribes, palabras que danzan y sienten, acompasadas a ti. Alguna vez te lo he dicho en ese estado de plenitud, de poder convertir el mundo a placer, de sentir con todo el cuerpo y pasar por cada uno de los sentidos y emociones; ese estado de plenitud a mí acaece con un nuevo libro, mi regreso a un recuerdo diluido, una carta del pasado que para mí habla tanto presente. A veces me pregunto qué caso tiene vivir con las migajas del pasado, pero luego, un yo más optimista o soñador, les suele dar el significado de lo eterno, de lo que me he convertido a partir de tanta búsqueda y tanta ausencia. de poder mirar el alma a través de tus ojos, y, lo mejor de todo, que ante mis silencios has aprendido a traducirme y leerme cuando mi boca calla. Yo nunca tuve la certeza de haber resuelto por completo el enigma de tu alma, la mía era una tentativa por ver a través de tus ojos, de interpretar tus silencios. Las más de las veces, cuando tu boca callaba, nuestros labios tomaban la iniciativa y se besaban confesiones. Yo no recuerdo momentos más felices que las noches en que me leías poesía. He ahí el reflejo de tu alma abocada a la escritura, tus poemas que releo, uno que incluso he guardado en mis archivos.

Un abrazo tuyo se queda para penetrar calor a mi alma, sentir cómo tu piel se acerca a la mía y poder escuchar cada latido que provoca tu corazón. Yo me abrazaba a tu brazo, tus manos rítmicas, tu forma de fundirte con mi pecho, dejarte envolver por mis manos que no querían dejarte ir. Cuánto me hubiese enamorado de nueva cuenta de ti a mi regreso, un futuro quizás juntos y ya no realizado. Juego con la idea de al menos escribir lo que no fue, una esperanza que se cumple en esta vida como mi última voluntad. Poder mirarte a los ojos y perderme en un mundo que solo en el momento apropiado proyectan las palabras no dichas, pero que saben recorrer todo mi cuerpo. Ahora es mi cuerpo quien sin palabras quiere recorrerte, dejar de lado los simulacros, ser movimiento. Fuimos una pareja que se besaba, que cambiaba palabras por palabras y ahora, seres tan contradictorios, ¿cambiamos silencio por silencio? Dos que no se dicen nada. Mundos de antaño que han sufrido el apocalipsis.

Aprender a escuchar tu palpitar en un silencio y susurrarme al oído que estamos vivos, atrapados en este amor inevitable; tus palabras han sido casi una condena, amor que ya no se vive, mi palpitar, el silencio del aire tibio de mi tarde. No me siento muerto, pero tampoco me siento vivo. Estoy atrapado ahora en un amor imposible. aunado a largos suspiros que por momentos dejan sin aliento, aliento que me falta desde entonces. Van y vienen como las olas del mar, algunos creen que para entrar en el corazón de una mujer hace falta tener la llave de esa puerta mítica, pero tú no tienes puertas, eres como el mar. Nunca se sabe la intensidad con la que llegan, sin importar el tiempo para verlas pasar. Yo sé cuándo son más intensas, lo son cuando allá es de noche y aquí de madrugada, cuando me llegan tus mensajes, un «hola» vacilante, vana mi respuesta. Las olas son el silencio arrepentido. ¿Contradictorio? ¿Insensato?

Pareciera que es una historia donde los sentimientos encuentran diferentes maneras de expresarse. Una fiesta nocturna de danza y palabras; de besos y poesía y noche.

Aquí es donde llega el beso, el final del poema, la noche coronada de estrellas. atravesando, apropiándose, dejándome indefensa, sin avisos, sin tiempo alguno, un solo espacio habitado por dos cuerpos en movimiento, donde las almas se toman de la mano, se abrazan y se funden en una sola. El hilo que nos une, D., atado a la ventana, dejado para luego, para cuando haya mucho tiempo y menos distancia. Ese hilo que jalo por medio de una carta, de un mensaje que se quedará sin respuesta. Infructuoso fue mi intento por recuperar el tiempo perdido durante unas horas la última vez que nos vimos, justo frente al lugar del pasado donde me leías poesías nocturnas. Aquella vez quise tanto revivir el mundo enterrado de nuestro amor.

Esto es poesía, es danza a tu lado. En algún momento dejamos de hacer poesía, de bailar juntos. ¿O no lo hicimos? Mi vaivén entre la locura y lo sepulcral.

Baila conmigo con tu belleza sonando en un

ardiente violín.

Baila conmigo a través del pánico hasta

que esté seguro en él.

Elévame como una rama de olivo y sé la

paloma que me lleva a casa.

Baila conmigo entre las cortinas que

nuestros besos han gastado.

Baila conmigo hasta el fin del amor

Baila conmigo hasta el fin del amor.

No hay replica para un poema, hay ese suspiro en el que se ha convertido tu carta.

Felicidad de estar a tu lado, recorrer y experimentar cada olor, sabor, textura diferente.

Era tan feliz que no me daba cuenta, D. Me invade un peso de culpa, yo como causa de mi desolación. El consuelo más hábil es pensar que yo he elegido mis desdichas.

Te besa, te abraza y te quiere con todo su ser, D.

Te besa, te abraza y te quiero con todo su ser, con todo el amor persistente con el que ha mantenido atado a sí el hilo que nos unió, R.

01/marzo/2021


Deja un comentario