Entre libros me sumerjo en lo que ya no me es ajeno. Esta habitación rodeada de palabras impresas en papel de páginas infinitas. Cuatro paredes que encierran una compleja y enriquecida amalgama de instantes y personas. ¿cuántos poemas son suficientes para sentirse en casa? Una memoria que no se desgasta, un recordar preciso de lo vivido que me da forma. Una percepción, por temporadas, emancipada de la realidad, que desconoce el presente y se alimenta constantemente de la nostalgia. Un despertar como pocos: revelador. Porque vivir en las antípodas ya no es vivir en el extranjero, y en días como estos, a partir de un descubrimiento terrenal, los extraños somos todos por no darnos cuenta de que estamos vivos.